de Jorge Búsico

La firma

Hay algunas cuestiones que heredé de mi padre: el rugby, la música, la lectura. Y otras, decididamente, no. Su fervor por la televisión, por ejemplo. Él podía pasarse horas frente a la tele, mudo. Yo, en cambio, no me concentro ni con una película. Para mi, las películas se ven en el cine, aunque Netflix me está flexibilizando. Otro atributo que no heredé de mi padre fue el dibujo. Él era un fabuloso dibujante de planos. Muchos edificios de Buenos Aires fueron ingeniados por él. Tiene libros hechos por él de dibujo técnico. Recuerdo que en su oficina justo enfrente de muestra casa -sólo tenía que cruzar la calle en línea recta; mi padre admiraba la comodidad- tenía un gran mapa de la ciudad con decenas de pinches clavados que indicaban que allí había un edificio o casa con su firma. También era una cabeza para las matemática. Yo me llevé esa materia los 5 años, aunque en los 3 primeros el factor fue el profesor al que le decíamos Potanto -porque cada dos palabras decía «por lo tanto»-, un hombre de varios kilos que mucho no me soportaba porque, a decir verdad, yo no paraba de molestarlo. Pero volvamos al dibujo de mi padre. Su firma era un dibujo perfecto. Siempre me pregunté cómo hacía para escribir esa firma tan larga, tan ancha y tan estilizada, siempre efectuada con una lapicera de pluma negra o uno de sus tantos estilógrafos Rotring que se ordenaban en uno de los costados de su enorme tablero de dibujo.

Yo tampoco heredé la firma de mi padre. Ni la de mi madre, que era más modesta en diseño pero bien clara. En cambio, la mía siempre fue un desastre. Nunca logré hacer una firma igual a la otra. He tenido problemas eternos en los bancos cada vez que he ido a retirar plata por la ventanilla. El cajero que iba a consultar a la supervisora y ésta que me la hacía cambiar otra vez, sin poder creer mi explicación de que a mi la firma nunca me salía igual. En épocas negras de mi vida, la firma me costó muy cara.

Hace un tiempo, mientras firmaba unas colaboraciones cuando estaba en Clarín, y me reía de mi mismo de cómo no había una firma igual en ninguno de los 30 papeles, y me imaginaba al de la administración insultándome o riéndose de mi, me empecé a preguntar de dónde venía esa desidia mía por la firma. Porque era eso: desidia, desprecio. Encontré algunos argumentos: poca autoestima -mi firma no vale nada-, relacionar la firma con mi desapego hacia el dinero y hasta cierto asco por él -eso sí lo heredé de papá-, desgano, rebeldía a las costumbres establecidas y, también, que nunca iba a poder imitar esa firma para un cuadro que era la de mi padre. Porque -supongo que lo hacemos todos- mi primer firma intentó parecerse a la de mi padre. Mi hijo, por ejemplo, hace una igual a la mía, pero más constante, por suerte para él.

En este último tiempo empecé a salir de la rigidez interna que me gobernó durante gran parte de mi vida. La mudanza fue un paso importante, pero quizá uno de los más trascendentes -quizá el último eslabón, según mi terapeuta- es que tomé el control de mi dinero. Cuando vivía con mis padres, el dinero me lo gastaba porque no aportaba a la casa; cuando me casé, fue en ese entonces mi esposa la que administraba lo que yo ganaba; cuando me separé, pasé por distintos administradores, contadores y alguna que otra novia. Desde hace 3 meses, yo me encargo de mi economía. Y, casi al unísono, un día de estos recientes, mientras firmaba unos diplomas y veía que las firmas seguían variando, en un momento me detuve, pensé unos segundos y armé una firma simple: Una B, con una J en el medio. Al cabo, yo firmo las notas, los mensajes y los posts casi siempre como JB. Y empecé a hacer la misma firma en cada diploma que siguió y lo sigo haciendo ahora en cada boleta, orden o comprobante de tarjeta de crédito que firmo.

Acabo de cumplir 59 años. Acabo de encontrar mi firma. Emocionada, mi terapeuta me dijo: «Sos vos». Ella lo relaciona también con un proceso de duelo que he ido elaborando con mi padre, y también de separación amorosa.

Y sí, llegué a ser yo. Tan feliz estoy, que me animo a firmarlo
………

PD: A mi padre le encantaba Yes. Yo se los hice escuchar por primera vez. En el estante de música subí un recital de Yes de 1972.

4 comentarios

  1. Grachy

    Qué emocionante leerte, amigo querido.
    Felicitaciones.

  2. Ricardo F

    Gracias. Un placer a los ojos. Un regocijo al alma.

  3. Isabel

    Fina la pluma, fina el alma que encontro su firma

  4. Georgie

    Pensé que era el único que tiene problemas con su firma pero no llegué al extremo de tener problemas en ningún lado!!!

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