Quizá por ese deseo irrefrenable y a la vez estéril de leer todos los libros que tengo pendientes, nunca hice una pausa para volver a leer a aquellos libros o autores que me dejaron una huella. Siento, como me pasa con las películas -no así con la música-, que no me van a alcanzar los días para leer todo lo que quiero leer. Es una especie de carrera contra el tiempo que sé que no voy a ganar. Pero, terco, la sigo emprendiendo. Voy anotando o guardando en la memoria lo que me falta aún leer, y la pila en vez de achicarse, se va agrandando. Termino uno y se suman dos.
La pandemia y el encierro al que respeté me dieron algo más de tiempo. Pero tampoco alcanza. Lo que sí ocurrió es que, creo que por primera vez, me dediqué a releer. Tengo por delante dos proyectos que me entusiasman y que por momentos me devuelven la adrenalina de ir hacia lo desconocido. Y es probable que ello me haya llevado a sostenerme de lo ya conocido.
En estos días releí libros de tres maestros que me marcaron en mi oficio de periodista escrito: Gabriel García Márquez, Rodolfo Walsh y Truman Capote. Acabo de terminar el último que me había propuesto. Era lo que necesitaba. La montaña de los pendientes creció, pero no importa. Ya habrá tiempo. Ahora había que volver atrás para poder seguir. Releyéndolos me reencontré
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