de Jorge Búsico

Vida

Frank Sinatra estaba apurado cuando grabó la primera versión de That’s Life. Transcurría un atardecer de la segunda mitad de 1966 y al astro le esperaba una cena con la actriz Mia Farrow, con quien estuvo casado entre ese año y 1968. A Jimmy Bowen, el productor, no le gustó como había salido la sesión; creía que la letra de That’s Life necesitaba un Sinatra al 100 por ciento. Entonces, se animó a lo que pocos se animaban: lo frenó cuando salía rumbo al encuentro con Farrow y le pidió que la grabara de nuevo. “Sentí que me hundía con sus ojos azules mirándome fijo, pero se dio media vuelta y volvió al estudio. Estaba enojado y entonces fue cuando la cantó de verdad; mordió la canción”, recordó tiempo más tarde Bowen. That’s Life salió a la venta en un LP que llevó el mismo título en noviembre de ese 1966 y significó un renacer de Sinatra en un tiempo en que el mundo giraba alrededor de los Beatles. Es, quizá por eso también, una de las versiones más rockeras de Sinatra.

That’s Life fue escrita por Dean Kay y Kelly Gordon, y la primera versión la cantó Marion Montgomery en 1963. Después de la de Sinatra, la interpretaron decenas de cantantes, pero ninguna le llegó a los talones a la de The Voice. En 2019 volvimos a escucharla y a disfrutarla esta vez en una de las películas icónicas de los últimos tiempos. That’s Life aparece cuatro veces en Joker. Es más: le pone el punto final. La voz de Sinatra sube y baja como lo requiere la letra de la canción: “Cabalgas en abril, te disparan en mayo. Pero voy a cambiar esta melodía cuando esté en lo alto de nuevo en junio”. Y es la frutilla del postre para acompañar en el otro sube y baja que transita una película que nos pasea por todos los estados, y que tiene a Joaquín Phoenix en un papel grandioso.

River Phoenix, también actor, fue la inspiración para su hermano Joaquín. Murió de una sobredosis a la salida de un bar. River era amigo y compañero de salidas de John Frusciante, el guitarrista que acaba de anunciar su vuelta a los Red Hot Chili Peppers. En una entrevista reciente, Frusciante dijo que “la música es infinita”.

Vuelvo a Sinatra y, en parte, a aquel apuro por encontrarse con Mia Farrow. Recurro a una maravillosa entrevista/perfil que le realizó el periodista Rex Reed a Ava Gardner, reproducida, en parte, en el libro El Nuevo Periodismo, de Tom Wolfe. Gardner, una de las actrices más bellas de la historia, fue la esposa de Sinatra entre 1951 y 1957. Reed escribe esta joya sobre Ava: “Su cuello, pálido y largo como un vaso de leche”. Su texto más adelante sigue así: “¿Y Sinatra? – Sin comentarios, le dice a su copa. Cuento lentamente hasta diez, mientras sorbe su bebida. Entonces, -¿Y Mia Farrow?- Los ojos de Ava se avivan hasta un suave verde césped. La respuesta llega como si cantidad de gatos lamiesen muchos platillos de crema – ¡Ah! Siempre supe que Frank acabaría en la cama con un chico”.

La vida de Sinatra les dio letra a numerosos periodistas y escritores. La escena que se detalla al comienzo de este texto fue revelada por el escritor canadiense Mark Steyn y reproducida por el diario El País de España. Pero nadie como el genial Gay Talese ha retratado al ícono de raíces italianas nacido en Nueva Jersey a fines de 1915. Talese admiraba a Sinatra y lo nombra en varios de sus libros. Su obra cumbre para el periodismo fue la nota que escribió para la revista Esquire y que llevó como título “Sinatra está resfriado”. El detalle es que armó una genialidad sin haber podido cruzar una palabra con Sinatra. La escribió en abril de 1966, unos tres meses antes de aquella grabación de That´s Life.

Talese incluyó ese texto en su libro Retratos y encuentros. Un pasaje de él: “Sinatra venía trabajando en una película que ya no le gustaba, que no veía la hora de acabar; estaba harto de toda esa publicidad sobre sus salidas con Mia Farrow, que esta noche no había aparecido; estaba molesto porque un documental sobre su vida que iba a estrenar la CBS en dos semanas se inmiscuía en su privacidad e incluso especulaba sobre una posible amistad suya con jefes de la mafia; estaba preocupado por su papel estelar en un programa de una hora de la NBC titulado Sinatra: un hombre y su música, en el que tendría que cantar dieciocho canciones con una voz que en ese preciso momento, a pocas noches de comenzar la grabación, estaba débil, áspera y dubitativa. Sinatra estaba enfermo. Era víctima de un mal tan común que la mayoría de las personas lo consideran trivial. Pero cuando este mal golpea a Sinatra puede precipitarlo en un estado de angustia, de profunda depresión, de pánico e incluso de ira. Frank Sinatra tenía un resfriado”.

No es casual que haya mezclado música con libros. Para mi duermen en la misma cama. Creo que las letras tienen sonido. Cuando me toca releer alguna de los textos que escribo periodísticamente, suelo hacerlo buscando música en cada palabra y en cada oración, y hasta lo acompaño moviendo el dedo índice como si fuese un director de orquesta. Encontré, salvando las distancias, claro, un espejo en esto que escribió Joan Didion en su indispensable libro El año del pensamiento mágico: “Nunca había llegado a aprenderme las reglas gramaticales, sino que me basaba únicamente en lo que me sonaba bien y lo que no”.

La música y la lectura me acompañan en estos momentos de reclusión por la pandemia tal como lo hacen desde mi niñez. Encuentro placer y sosiego cada vez que en mi casa me paro a ver las bibliotecas donde se apilan libros y discos. Sé que ahí voy a encontrar espacios de reflexión, felicidad y tranquilidad; que de ellos aparecerán las vías para escaparme de los malos pensamientos y de las rutinas del día a día.

Los estantes con libros y discos es una imagen que guardo desde muy chico. Es parte de la gran herencia que me dejaron mis padres. Tengo grabada como si fuera hoy la tapa del disco Please please me, de los Beatles, en el primer estante, casi al ras del suelo, en el living del departamento de Juncal entre Bulnes y Coronel Díaz. Ese disco salió a la venta en 1963, cuando yo tenía 5 años. En mi imaginación de niño, creía que en la tapa, John, Paul, George y Ringo estaban en un balcón cerca de casa y que algún día los iba a ver. Vivíamos en un séptimo piso desde donde se veía el río y la avenida Libertador. El edificio lo había construido un estudio en el que trabajaba mi padre y varios de los socios se habían quedado con un piso.

Please please me es mi primer registro musical. Aprendí inglés con sus canciones: I saw her standing there, Misery (mi primera canción favorita), Ask me why, Please please me, Love me do, Twist and shout. Estas dos últimas las bailaban mis padres en el living. Creo también que fueron mis primeros pases de baile. Mis padres adoraban a Sinatra. Bailaban con él y con Chubby Checker. La época del twist. Sonaba el jazz, con Louis Armstrong, Billie Holliday, Duke Ellington. Y, claro, Elvis.

Si hubo algo que los identificó a mis padres hasta el último momento de sus vidas fue el estar escuchando música. Siempre. En el tocadiscos, en la casetera, en los CDs, en la radio. Ay, los extraño. Pienso que ellos, aunque lejos, vivieron la Segunda Guerra Mundial. ¿Habrá sido como lo que estamos viviendo ahora? ¿Qué me dirían? Pondrían música. That’s Life

En memoria de mi gran amigo el Mono Carlos Layral, con quien compartimos el placer de la música durante tantos años.

2 comentarios

  1. Sergio

    Sinatra, mis recuerdos cuando tenía 6 , 7, 10 años y mi viejo lo ponia el sábado a la mañana en su equipo que era tremendo. Y mi vieja enamorada de esa voz.
    Mientras escucho el video que posteaste, escribo estas líneas.
    Y como todo tiene que ver con todo, esta cuarentena me sirvió para ver Mad Men, y esa serie me llevó a mi infancia y recorde mucho a mis viejos jóvenes.
    Y tu nota por alguna causa se relaciona.
    Y cuando apreté el link de fbook para leerla sabia que me iba a encontrar con algo más de magia. De esa que estoy viviendo en estos tiempos de cuarentena. Linda nota. Bella música. Magia. That’s Life.

  2. Isabel

    That’s life, this unique experience, a lovely song, that’s life.
    Thanks

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