Durante un buen tiempo escuché y leí la siguiente pregunta: ¿por qué se llama periodismo-rugby? Mi respuesta se transportaba a lo que imaginé cuando me decidí por ese título: un medio que contenga rugby y periodismo, porque de esas dos cuestiones pensaba escribir. Parecía una respuesta zonza, vaga, pero era la que se ajustaba a la realidad en aquellos primeros momentos. Después, con el tiempo y con todo lo que me fueron entregando los lectores, periodismo-rugby fue mutando hacia otros terrenos, hasta convertirse en bastante más que periodismo y rugby. El blog que inauguré el 7 de septiembre de 2006 y que dejé en manos más entusiastas que las mías el 6 de marzo último fue, como dije en el post de despedida, una especie de antes y después en mi vida de periodista. Tanto, que la abstinencia me duró apenas unos meses. Hoy empiezo otro proyecto con algunos puntos en común y muchísimos otros distintos. Aquella primera experiencia con periodismo-rugby me sirve ahora para develar desde el inicio otra pregunta: ¿Por qué se llama El Vestidor?
En un vestidor no sólo cuelgan camisas, pantalones, sacos y sacones; no sólo se ordenan remeras, sweaters, medias, pañuelos, foulards, carteras y prendas íntimas; no sólo se acomodan zapatos, zapatillas, botas, pañuelos, sombreros, prendedores, gemelos, alhajas y relojes. En un vestidor se guardan también secretos, objetos personalísimos y valiosos, cartas y hasta, bien escondido, algún ahorro. Allí, antes de vestirnos, pensamos, imaginamos, nos miramos. Nos preparamos para el día a día, para ir a una fiesta, a una cita, al club, a bailar, a encontrarnos con la persona que nos gusta. Es un lugar donde también descansa la cabeza del trajín cotidiano; donde nos tomamos unos minutos, solos con nosotros mismos. Allí también podemos archivar fotos de nuestra vida y textos que ni siquiera sabemos para qué los tenemos ahí, pero que sonreímos o nos emocionamos cuando los encontramos. No importa la forma: puede ser un vestidor propiamente dicho, un placard, una cómoda o, simplemente, una silla con un pantalón y una camisa. Vestirse es algo que hacemos todos los días.
Este blog se llama El Vestidor, al fin de cuentas, porque aspira a tener todo lo detallado en el párrafo anterior: textos propios y ajenos, fotos, intimidades, perfiles, ideas, libros, música (a la derecha, abajo, siempre habrá un video musical), tendencias, historias, recuerdos e invitados. Será un blog sin rugby (aunque es probable que lo haya de vez en cuando). Tampoco será un blog estrictamente periodístico. No se tocará aquí la realidad cruda. No interactuará con Twitter ni con Facebook; sólo estará aquí mi cuenta de Instagram (nunca pude cambiarle el nombre de periodismorugby). El Vestidor intentará ser un lugar para venir a darse una vuelta y para encontrar un espacio donde distraerse y, vaya pretensión, donde enriquecerse. Tengo que ser sincero: no puedo encuadrarlo en un estilo ni en una calificación a éste blog. Estimo que se irá definiendo mientras se vaya vistiendo.
Varios días atrás, cuando ya tenía decidido lanzarme a un nuevo blog –un nuevo desafío-, publiqué en Facebook una foto con una libretita donde había garabateado varias ideas para darle forma al blog. Debajo de la libretita había un libro de Truman Capote (Música para camaleones). Unos días después, cuando volví a mirar la foto y cuando ya había terminado de leer el libro, se me vino a la mente otro maravilloso libro del genio de Capote: Desayuno en Tiffany’s. Ahí recordé cómo su protagonista, la adorable Holly Golightly, necesitaba ir a Tiffany’s cada vez que quería refugiarse para pensar e imaginar. Algo de eso significa para mí la creación de El Vestidor: un espacio para refugiarme, para distraerme, para pensar y, especialmente, para compartir con quienes estén del otro lado. Mirarme al espejo y contarles qué es lo que veo.
También debo decir que imaginé a El Vestidor como un probable trampolín a otros proyectos personales. Uno que tengo en mente hace años es un medio de estilo masculino, y el título de este blog es, de alguna manera, un guiño a esa aspiración. Espero, claro, que esto no ahuyente a las mujeres que se acerquen.
No será éste un blog comercial, como lo fue periodismo-rugby. Será, yendo al rugby, un blog amateur. A veces cuando escribo o pienso estas cosas percibo que me estoy alejando de mi profesión de periodista. Pero muchas otras tantísimas veces descubro lo contrario, que me conecta profundamente con mi ser periodista, con el hecho de escribir y contar lo que veo y pienso.
El periodista sufre del síndrome llamado la hoja en blanco. Es ese largo momento en el que se sienta frente a la computadora (antes frente a la máquina de escribir) y no sale una idea para empezar a escribir. Me pasó durante días antes de arrancar con la primera oración de este texto. Pero hay otro miedo escénico que tenemos muchos periodistas: ¿habrá alguien que lea lo que escribimos? Por eso me pregunto: ¿quién estará del otro lado?; ¿vendrá alguien a El Vestidor? ¿vendrán los que me seguían en periodismo-rugby? ¿y los que me leen en La Nación? y si vienen, ¿se quedarán? El destino dará la respuesta.
Para este el comienzo de este camino recurrí en la realización a dos amigos. Federico Sosa, compañero de años en Clarín y de las mejores incorporaciones que hice en TEA y Deportea, fue quien diseñó El Vestidor. Nuestra idea fue hacer un blog simple y lindo, fácil de leer y sin nada que distraiga la lectura. Juan Panigazzi, compañero de años de buen vivir, es el autor de la foto de portada y de otras que irán girando a lo largo del tiempo.
Pues bien, aquí estamos. Vestidos para la ocasión. Bienvenidos, gracias a quienes estén y que sea lo que sea que va a estar bien
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