Soy hincha de River. Nunca lo he ocultado y en gran parte porque nunca fui comentarista de fútbol, aunque lo cubrí durante varios de mis primeros años como periodista. Bordeo el fanatismo aún a esta altura de mi vida. Mis amigos lo saben bien: puedo llegar a convertirme en un barrabrava en un cruce de esos que se dan en charlas futboleras. Nací en 1958, así que me aguanté casi todo el colegio sin ver a River campeón. Recién pude festejar un campeonato cuando estaba en la mitad de quinto año. En ese lapso, sufrí muchos campeonatos perdidos. Pero hubo uno que no me dolió en absoluto: aquella final con Chacarita Juniors del 6 de julio de 1969, en la cual River se comió un baile inolvidable y un 4-1 lapidario. Hubo dos razones para que la tristeza no aflorara. El primero y escencial, mi abuelo Guillermo, el ser humano que más adoré (no incluyo a mi hijo, porque el amor por un hijo es incomparable a cualquier otra cosa), siempre me decía que él era hincha de Chacarita. El segundo fue que ese equipo de Chacarita, con Marcos, Puntorero, Recúpero, Bargas y Frassoldati, entre otros cracks, fue el primero que me deleitó por su fútbol.
Pero el enganche verdadero con Chacarita -el del gran equipo me parece que es una excusa- venía por el lado de mi abuelo, el padre de mi madre. No era la mía una familia futbolera. Mi padre era del palo del rugby y sólo le gustaba el Estudiantes de Zubeldia, estimo que por su espíritu de cuerpo y porque creo que es el club de fútbol más parecido a uno de rugby por su sentido de pertenencia. Mi madre decía que era de San Lorenzo, pero más adelante me reconoció que era de River por mi tío Tito, su primo, quien fue el que me llevó por primera vez a una cancha cuando tenía 7 años y el que me contagió la locura gallina. Mi abuelo Guillermo no le daba importancia al fútbol, pero encontraba un punto de encuentro conmigo -que tenía al fútbol y a todos los deportes en la cabeza- hablándome de Chacarita. Creo que nunca fue a la cancha siquiera y, tiempo después, mi madre me confesó que en realidad también era de River.
Cuando era niño, con las pocas monedas que ahorraba, en un tiempo se me dio por eleccionar escudos de clubes de fútbol; aquellos que venían de felpa y que se cosían en las camisetas. El que más me gustaba -después del de River, claro- era el de Chacarita. Y también me encantaba su camiseta a rayas verticales, tricolor, muy parecida a una suplente que solía usar River. En mis imaginaciones infantiles, al estadio de Chacarita lo creía chico, bien cerrado, como los ingleses de los comienzos del fútbol. Muchos años más adelante, cuando un día fuimos con mi tío Tito (casi cobramos), me di cuenta que no tenía nada que ver. Ni siquiera sabía bien dónde estaba San Martín.
Con el transcurso de los años, Chacarita se me representó en mi hijo, también a través de la sonrisa. Cuando era niño no podía pronunciarlo bien. Decía «Cacharita». Y allí yo le contaba que ese era el equipo de su bisabuelo, al que no llegó a conocer.
Entrando a la adolescencia, estaba en una quinta en Los Cardales con mi abuela paterna cuando un tío vino a buscarme para llevarme a la Capital. Mi abuelo estaba muy enfermo, me dijo antes de que yo quedara parizado. Hacía ya varios días que estaba internado, pero no me habían dicho nada para no asustarme. Vengo de una familia donde no se decía. Si había alguien enfermo, no se decía; si había problemas económicos, no se decía. Cuando llegué -advertí la gravedad por la velocidad con la que manejó mi tío esos 60 kilómetros-, mi padre me llevó a ver a mi abuelo. Mi madre lloraba afuera de la habitación. Mi abuela estaba a su lado, agarrándole la mano al hombre con el cual había compartido toda una vida. Cuando me vio entrar, mi abuelo sonrió y me preguntó: «¿Cómo salió Chacarita?» No recuerdo qué le contesté, pero cuando salí de la habitación, se murió.
Chacarita acaba de regresar a la Primera División. Vi por televisión una multitud en ese estadio que tantas veces imaginé y que no era así como lo creía. Tampoco es igual la camiseta y ya no existen los escudos de felpa. Pero cada vez que veo a Chacarita o a Cacharita, me acuerdo de mi abuelo. Entonces, cómo no llevar a Chacarita en un rincón de mi corazón
Que lindo recuerdo, yo seré zanjera hasta la medula, geneticamente, pero si me preguntas de futbol, te contesto «Chacarita» pero como lo decia Carlitos Bala… ante la tristeza de mi papa de Boca y de mi mama de River, yo era de chiquita, «funebrera» y lo sigo siendo..; aca tengo el banderin del SIC y de Chaca
un beso
asi es todas las gallinas son de chacarita, era su equipo de la B, antes de que ellos mismos degustaran el infierno, ahora tienen 2. abrazos
Tío,
no es casual.
Me asombra lo de ……»vengo de una familia donde no se decía. Si había alguien enfermo, no se decía; si había problemas económicos, no se decía».
Te cuento una. Cenábamos en casa como todas las noches. Cada uno en su lugar. Pasados unos minutos y como era el más inquieto, viendo que mi viejo no salía de su habitación (que siempre permanecía con su puerta cerrada) le pregunté a mi madre porque papa no se sumaba a la mesa.
Sin cambiar su tono de voz, nos dijo que lo habían operado por la mañana de un tema menor -que era mayor- y tenía dos o tres noches de recuperación en la Clínica.
Así eran los dos. Decían poco pero estaban siempre.
Y se amaban.
Mi viejo murió a los 87 y mi vieja, que no soportó ese final, desató un cáncer que controlaba durante años para estar con él y murió 35 días después.
Vivian solos con un único temor. Perder su armonía mental y generar una molestia a los demás.
Abuelos, padres. Todos derechos. Que buena inspiración para la vida Tío.
Slds. Piti.
Hermoso texto, algo similar me pasa a mí con River ya que mi abuelo (el doctor Bernardo Lozada, cardiólogo y especialista en altura) me llevaba siempre al Monumental y de no haber sido canalla mi corazón sería gayina o del rojo ya que me encantaba ver el fútbol que desplegaban. Encima al ser médico deportólogo podía discutir y aprender sobre táctica ya que teníamos unas charlas interminables. Y más allá de mi hija es el ser que más amé en el mundo.
Es el duende de Marcos Busico, tremendo wing izquierdo de Chacarita en los ’40, que luego brilló en Boca con su compañero de ala, Francisco Campana. No podía fallar. Abrazo!
Mi historia es muy parecida soy del 57 hincha de River, mi viejo hincha de Chaca jugo junto a Busico en las inferiores de Chacarita eran amigos del barrio, cuando mi viejo caminaba por Av Lacroze mucha gente grande lo recordaba, lo que escribieron me trajo muchos recuerdos, tengo infinidad de recuerdos hermosos.
Un día nos cruzamos con Busico en el 71 cuando dirigía a Almirante Brown.
Se fundieron en un abrazo recordando muchas cosas del barrio.
Hermosa semblanza, Jorge.
¿Vendrá alguien?. ¿Se quedarán?. ¿Escribirán sobre lo que piensan?.
Lo repasabas en tu presentación.
Conjeturo que sos de probarte en un buen vino; en su magia y en su tiempo de reposo, de tranquilidad y maduración.
Y Tío; lo sabés; siempre la ansiedad me jugó en contra. Salvador Dali dijo que “quien sabe degustar no bebe jamás el vino sino que se recrea en sus secretos”.
Moderame si corresponde que El Vestidor lleve -como el buen vino- su tiempo de tranquilidad y maduración. Porque yo lo quiero ya!.
Con mucha respuesta a tu invitación de mirarnos, soñar y expresar con libertad sobre lo propuesto o sobre aquello a lo que nos deslizamos y caímos sin darnos cuenta.
Abzo. Piti el ansioso!.
Eso, Tío Piti. Acá estamos para eso mismo. Yo también debo calmar mi ansiedad.
Abrazo grande